miércoles, 22 de junio de 2011

Lanzarote

Lanzarote, la isla de los volcanes, de los campos de lava, de las casas blancas, un paisaje lunar para perderte y relajarte.
Después de 2 h 30 min de avión llegamos a nuestro destino: Lanzarote. Allí nos alojamos en el hotel Hesperia Playa Dorada ubicado en Playa Blanca.

Playa Blanca, de pequeño pueblo pesquero ha pasado a convertirse en un importante centro turístico. El paseo marítimo, ancho y cómodo, con Fuerteventura y la playas del Papagayo de telón, recorre toda la costa hasta llegar a Marina Rubicón. Tiendas, restaurantes, bazares, alquileres de coches, una extensa oferta de ocio y la quietud de sus playas es lo que ofrece este lugar para pasar unas espléndidas vacaciones.


Aparte de descansar en las piscinas del complejo y en la cala de Playa Blanca, aprovechamos para recorrer la isla con un coche que alquilamos por Internet en la agencia PlusCar.


EL NORTE DE LA ISLA

El primer día hicimos una excursión por el norte de la isla. Salimos de Playa Blanca dirección La Geria, zona de viñedos típicos de la isla, ubicados entre Yaiza y Tías, ingeniados por los agricultores para aprovechar las extensiones recubiertas por las arenas de las erupciones volcánicas del Timanfaya y proteger la cosecha de los azotes del viento y retener la poca agua del entorno. Los viñedos son extensiones de semicírculos de piedra en el suelo dignos de ver, cada cepa en un semicirculo. El material volcánico en realidad absorbe y conserva la humedad, facilita la infiltración y evita la erosión. Yaiza es un hermoso pueblo con bastante historia, ya que fue uno de los primeros asentamientos de la isla, y tiene varias parroquias y edificios que aún conservan su esencia.


Hicimos una parada en la Caleta Famara, una playa de 2.800 metros de arena fina de color pardo, situada al pie del Risco de Famara. Es una playa de visita obligada, donde el Risco, las piedras y sus dunas -conocidas como médanos-, junto con la neblina de la humedad conforman un paisaje de extrordinaria belleza y peculiaridad. Esta playa es idónea para la práctica del surf.
De camino pasamos por Teguise, antigua capital de la isla, que goza de muchas historias y leyendas, pero que hoy en día es un pequeño pueblecito. Lo mejor es visitarlo los domingos, ya que ponen el Mercadillo de la Villa, un mercado sobre todo de artesanía local. Hay un castillo, el de Guanapay o Santa Bárbara, antigua torre de defensa, donde se ubica el museo del emigrante.


Y llegamos a nuestro destino, el Mirador del Rio, situado en el Risco de Famara a 470 metros de altura, desde donde se divisa el conjunto de islas e islotes denominados Archipiélago Chinijo, destacando La Graciosa.

Después de disfrutar de las vistas continuamos hacia Los Jameos del Agua, un conjunto de tubos volcánicos (jameos) donde César Manrique sacó todo el partido para convertirlo en un atractivo turístico. En una laguna de agua salada que hay en su interior, se encuentran unos cangrejos blancos y ciegos, únicos en el mundo. También hay una sala en la que te puedes familiarizar con la actividad volcánica del Mundo, y un auditorio en el que hacen conciertos de vez en cuando. Se ingresa a través del Jameo Chico que ha sido habilitado como bar y restaurante, este Jameo se comunica con el de mayor tamaño por un pasadizo que cruza el lago donde habita el “jameito”. El Jameo Grande es un jardín con abundante vegetación y una piscina artificial de agua turquesa.


Como ya llegaba la hora de comer continuamos hasta Órzala que es el pueblo situado más al norte de la isla, por esa zona hay unas playas bastante solitarias con difícil acceso (hay que atravesar un tramo de roca volcánica) y sus aguas están bastante agitadas, son ideales para practicar surf.
Y llegamos a Arrieta, queriamos comer en el restaurante El Amanecer pero estaba cerrado por vacaciones así que comimos en un restaurante a pie de mar con vistas al muelle de Arrieta y un atractivo horizonte marino: las pequeñas embarcaciones, las gaviotas que sobrevuelan el mar…
Después de reponer fuerzas fuimos a visitar La Cueva de los Verdes: una cueva volcánica que sirvió de refugio a los aborígenes de la isla (los Guanches). La denominación de “los verdes” tiene 2 teorías, por una parte por el misterioso color del interior de la cueva, y por otra, por una conocida familia “Los Verdes” que eran los antiguos propietarios de la zona en la que se encuentra la cueva; los historiadores parece que se inclinan más por la segunda. En el techo de las cuevas se observa lo que serían estalactitas de lavas, que se denominan estafilitos, que son como gotitas cayendo del techo. Decir que la Cueva esconde un secreto, pero que no desvelaremos porque si no rompe todo su encanto.
Y terminamos en Nazaret, es un pequeño pueblo típico, entre Teguise y Tahíche, donde hay un restaurante-pub (La Cueva Lagomar) enclavado en la antigua casa del actor Omar Sharif. El lugar está parcialmente construido dentro de la montaña.

EL SUR DE LA ISLA

Otro día visitamos la zona sur de la isla, empezando por las Montañas De Fuego. El Parque Nacional Timanfaya ofrece un peculiar paisaje volcánico, único e inconfundible, que no deja indiferente. Una vez dentro, impresiona verse rodeado de lava durante kilómetros y kilómetros. La conformación del Parque Nacional Timanfaya como lo conocemos actualmente, se explica por las erupciones ocurridas entre 1730 y 1736 que cubrieron de cenizas y material volcánico toda la isla, destruyendo campos de cultivos y pueblos. Su última erupción se registró en 1824. La entrada incluye el paseo en guagua por el parque visitando los volcanes y los mares de lava solidificada. En la guagua vas escuchando una grabación que te sirve de guía y te cuenta la historia de la erupción. Después subimos al restaurante “El Diablo” desde el que se puede observar una panorámica del parque y observar cómo se cocina en una barbacoa al calor del volcán.
De camino hicimos una parada en Las Salinas De Janubio que actualmente y tras un tiempo de inactividad, han vuelto a la producción, para a poco kilómetros llegar a Los Hervideros, conjunto de cavidades y huecos de lava creadas naturalmente por el mar. Cuando la mar está revuelta, las olas suben por las cavidades, provocando imágenes espectaculares (de ahí el nombre de Hervidero).

El final de la ruta era El Golfo, una pequeña laguna de color verdoso, separada del mar por una pequeña playa de arenas negras. También es conocida como “Charco de los Clicos”. Se puede acceder tanto a la playa, como a un mirador a cierta altura para poder contemplarlo. Primero fuimos a contemplar las vistas desde arriba, donde está el pueblo, así que dimos un pequeño rodeo al cráter que forma lo que se llama El Golfo. Es un anfiteatro abierto al océano y se formó a raíz de las erupciones de 1730. La laguna (denominada Laguna de los Ciclos) surgió debido a la inundación del cráter y su color verde se debe a las algas que habitan en su superficie. El lago está comunicado subterráneamente con el mar.
Allí en El Golfo, un pequeño pueblo marinero cuya carta de presentación son sus casas, de blanco inmaculado y sus puertas y ventanas de azul canario comimos en el restaurante que nos recomendaron: Restaurante Casa Torano y repetimos en un par de ocasiones tanto por la carta, como por el trato, como por la ubicación. La terraza está prácticamente bañada por el mar Atlántico, donde se puede contemplar las maravillosas vistas del oleaje, y de los charcos de arena negra que forman.

Otro día fuimos a pasar la mañana a las Playas Papagayo, dónde hay que llegar en coche por un camino de tierra. Allí se pueden visitar tres playas de aguas turquesas y arena dorada, la playa más concurrida es la primera, la de Punta Mujeres.





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